Consejos agronómicos para la siembra de maíz

Consejos agronómicos para la siembra de maíz

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La siembra de maíz, junto con el arroz, es el principal cultivo de primavera y verano: ningún otro cereal aprovecha mejor la luz solar y su rendimiento por hectárea es el más elevado de todos ellos. 

Gracias a su excepcional capacidad de crecimiento, el maíz es capaz de capturar una gran cantidad de carbono y ofrece un rendimiento que prácticamente duplica el del trigo blando. Al proceder de entornos tropicales, el maíz requiere abundante agua con intervalos regulares.  

Exigencia de agua vs. productividad 

El maíz prospera en zonas de clima moderado con lluvias veraniegas o, como alternativa, en ubicaciones con menor pluviosidad, pero con una amplia disponibilidad de agua para el riego. Sin embargo, la planta tampoco tolera la saturación de agua, por lo que es esencial un buen drenaje del terreno. 

El impacto generado por la alta necesidad hídrica se mitiga en gran medida por la alta producción por hectárea (hasta 60 toneladas si se usa como forraje) y el gran contenido energético del grano, gracias a su contenido de almidón. 

Requisitos térmicos para la siembra 

Por sus necesidades térmicas, es recomendable la siembra de maíz con una temperatura estable durante el día de alrededor de 12 grados centígrados. 

El suelo debe estar suficientemente caliente para garantizar una germinación y crecimiento adecuados, con una temperatura mínima de germinación de 10 ˚C y con el terreno a unos 16-18 ˚C 

El cultivo rinde mejor cuando la temperatura en los meses de verano oscila entre 21 y 27˚ C. Por el contrario, temperaturas diurnas mayores de 33 °C generan estrés en la planta, especialmente si se agrava con poca disponibilidad de agua.  

La semilla no se abre a temperaturas inferiores a 7 °C, y temperaturas inferiores a 5 °C pueden matar las plántulas o comprometer definitivamente su desarrollo. 

Principios para la siembra de maíz 

Por lo general, la semilla se siembra a una profundidad de 3 a 5 cm en hileras con separación entre 50 y 210 cm. El espacio de separación lo determinan factores tales, como las necesidades del equipo de recolección, las preferencias regionales, el tipo de maíz o su uso final. 

Es práctica común plantar un 10-15% más de semillas de lo necesario. Las cifras de germinación suelen rondar el 95%, y otro 5-10% de la semilla puede perderse a causa de insectos, enfermedades o malas hierbas. 

En las regiones templadas, el maíz forrajero suele cultivarse con una densidad de 90.000 a 110.000 semillas por hectárea y las mejores cosechas se encuentran en campos bajos expuestos al sol. 

Para el maíz grano cultivado en regiones más secas, la densidad de cultivo no debe superar las 25.000 plantas por hectárea y, en las regiones tropicales y húmedas, las siembras pueden incluir hasta 75.000 plantas por hectárea.  

Germinación y fertilización 

El maíz germina normalmente una semana después de la siembra. La producción inicial de hojas también afecta a la producción de grano. Por consiguiente, todos los nutrientes deben estar fácilmente disponibles durante este periodo, pues, de lo contrario, el retraso en el crecimiento provocará una disminución del rendimiento.  

Los fertilizantes y los purines animales aportan nutrientes valiosos y, además, contribuyen a aumentar la materia orgánica del suelo. Es importante tener en cuenta esta nutrición residual a la hora de planificar un programa de fertilización para el cultivo.   

Rotación y cultivo del maíz 

Aunque el maíz puede cultivarse de forma continua, la rotación con otros cultivos permite aumentar el rendimiento y minimizar las enfermedades, las plagas y las malas hierbas. Los cultivos anteriores, como las leguminosas, también pueden reducir la necesidad de fertilizantes nitrogenados. 

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